CUANDO ELIE NEUBURGER ERA MUSEABLE


                  Por Jesús Manuel Moreno



  Retrato, 1968



Elie Neuburger (1891-1972) fue un pintor holandés de origen judío. Elie es de esa extraña clase de artistas que no encaja en ningún movimiento concreto. Coetáneo de las vanguardias del siglo XX, su pintura, también heredera del impresionismo, ha disfrutado de una suerte crítica muy irregular. Hacia 1940, Neuburguer era un pintor museable, tal vez porque, entonces su obra encajaba en cierto modo con el neorrealismo que siguió al expresionismo alemán de principios de siglo.
Neuburger asimiló muy bien la lección de los expresionistas, que, como Oskar Kokoschka (1886-1980) lo sobrevivió y pudo disfrutar de un prestigio añadido con el resurgir del llamado neoexpresionismo en toda Europa.
                                               



Cuando Elie murió, el estilo en boga en toda Europa era el arte conceptual, que rechazaba, de plano, toda pintura técnicamente bien resuelta y con un gusto por la pincelada como el elemento plástico de mayor importancia. Precisamente, para Neuburger la pincelada, unas veces muy pastosa,



y otras muy diluida, es la protagonista de su hacer, concediéndole la mayor importancia en su obra, por encima, incluso, que al color. Podríamos, observando el retrato de arriba (120 x 90 cm), adivinar los movimientos del pintor al ejecutar esta obra: dibujó la figura con el pincel, con el lienzo en blanco pintó allá primero la gabardina y demás ropa del modelo, siguió con la cabeza y la mano. El fondo fue pintado enteramente de blanco, para luego, empezando por la parte superior izquierda (cuyo color es el que le ha servido para representar la carne), para acabar el fondo en el lado derecho, con un acabado inconcluso. Esta inconclusión del fondo, a mi manera de ver, delata a un auténtico artista que da por acabada la obra cuando ya tiene dicho todo lo que tenía que decir, aun a riesgo de parecer que está sin terminar. Firmado y fechado, este retrato perteneció al magnífico museo de la ciudad de Gouda (Stedelijke Musea).
Según me informa el sr. Ingmar Reesing, conservador del Museo de Gouda, la obra fue realizada en 1968; no se sabe a quién retrata y fue donada por la esposa del artista con ocasión de la exposición individual en el  Museo Catharina Gasthuis organizada por el Museo de Gouda del 15 de noviembre de 1975 al 1 de febrero de 1976, con el nombre (traducido aquí) de la exposición Eliazer (Elie) Neuburger. Pinturas y acuarelas.
Es extraño que este museo haya querido desprenderse de este magnífico retrato casi por nada, pues fue subastado por internet sin ningún precio mínimo o de reserva, por lo que se remató en 240 euros, una cantidad irrisoria.


Realizado sobre un lino preparado manualmente, tal vez a la media creta, fue clavado con tachas al bastidor que lo sustenta y cuya etiqueta da cuenta de su enajenación del museo citado el 9 de julio de 2007.


     Etiqueta del museo de Gouda, donde se ha escrito a mano “afgeschseve” (desaprobado=suspendido)





 Monne de Miranda, detalle. 1948. Museo de Ámsterdam

Nacido en Ámsterdam, denota en su obra la suavidad cromática de la pintura holandesa, muy evidente en sus paisajes, así como la manera de entender las figuras nos trae a la cabeza a Frans Hals (1582-1666)
Entre toda la obra que conozco, me parece que son los retratos, la parte más conseguida, incluso, la más original.

 
 Paisaje, 1956

La caída en desgracia crítica de Neuburger ha llegado a tocar suelo, lo que se puede comprobar por la subasta de pinturas suyas por ridículas cantidades.


   
    Hans Sachs, tocando el contrabajo, 1940                                                       Retrato de flautista, c. 1940 

En su última época de madurez, fuera de todo ismo, desarrolla un lenguaje propio, que lo llevó a la expulsión del parnaso de los artistas. De haber vivido 8 o 10 años más se habría convertido en un pintor reivindicable, al haberse adelantado a los planteamientos de la pintura de la década de 1980 y los últimos de 1970.
Es momento de plantearse su redescubrimiento, apreciando la originalidad de sus valores plásticos.



                  Retrato, 1969                                                                Mujer joven cerca del mar, 1970  
                                                                        



Elie Neuburger (1891-1972) fue un pintor holandés de origen judío. Elie es de esa extraña clase de artistas que no encaja en ningún movimiento concreto. Coetáneo de las vanguardias del siglo XX, su pintura, también heredera del impresionismo, ha disfrutado de una suerte crítica muy irregular. Hacia 1940, Neuburguer era un pintor museable, tal vez porque, entonces su obra encajaba en cierto modo con el neorrealismo que siguió al expresionismo alemán de principios de siglo.
Neuburger asimiló muy bien la lección de los expresionistas, que, como Oskar Kokoschka (1886-1980) lo sobrevivió y pudo disfrutar de un prestigio añadido con el resurgir del llamado neoexpresionismo en toda Europa.
                                               
  
Cuando Elie murió, el estilo en boga en toda Europa era el arte conceptual, que rechazaba, de plano, toda pintura técnicamente bien resuelta y con un gusto por la pincelada como el elemento plástico de mayor importancia. Precisamente, para Neuburger la pincelada, unas veces muy pastosa, y otras muy diluida, es la protagonista de su hacer, concediéndole la mayor importancia en su obra, por encima, incluso, que al color. Podríamos, observando el retrato de arriba (120 x 90 cm), adivinar los movimientos del pintor al ejecutar esta obra: dibujó la figura con el pincel, con el lienzo en blanco pintó allá primero la gabardina y demás ropa del modelo, siguió con la cabeza y la mano. El fondo fue pintado enteramente de blanco, para luego, empezando por la parte superior izquierda (cuyo color es el que le ha servido para representar la carne), para acabar el fondo en el lado derecho, con un acabado inconcluso. Esta inconclusión del fondo, a mi manera de ver, delata a un auténtico artista que da por acabada la obra cuando ya tiene dicho todo lo que tenía que decir, aun a riesgo de parecer que está sin terminar. Firmado y fechado, este retrato perteneció al magnífico museo de la ciudad de Gouda (Stedelijke Musea).

Según me informa el sr. Ingmar Reesing, conservador del Museo de Gouda, la obra fue realizada en 1968; no se sabe a quién retrata y fue donada por la esposa del artista con ocasión de la exposición individual en el  Museo Catharina Gasthuis organizada por el Museo de Gouda del 15 de noviembre de 1975 al 1 de febrero de 1976, con el nombre (traducido aquí) de la exposición Eliazer (Elie) Neuburger. Pinturas y acuarelas.

Es extraño que este museo haya querido desprenderse de este magnífico retrato casi por nada, pues fue subastado por Internet sin ningún precio mínimo o de reserva, por lo que se remató en 240 euros, una cantidad irrisoria.





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