TUBERCULOSIS Y ARTE
LA TUBERCULOSIS Y EL ARTE
Por Jesús Manuel Moreno
LA TUBERCULOSIS
Dos tíos míos murieron de tuberculosis, uno con 22 años y
otro con 35. Mi padre la cogió estando en la mili y pensó que se moriría
también, pero ya se había sintetizado la penicilina y pudo vivir para, entre
otras cosas, concebirme a mí.
El tratamiento farmacológico comenzó en 1944 con la estreptomicina
que fue el principio del fin de esta enfermedad en Occidente, pero
que, a día de hoy, la padece hasta un 33% de la población mundial. El resurgir
de esta enfermedad, sobre todo en África y países receptores de población
africana e india, debido, fundamentalmente, a complicaciones con el SIDA y a la
resistencia a los antibióticos, hace que, en el momento actual, las muertes por
tuberculosis superen el millón de personas en todo el mundo, lo que supone un
motivo de alerta.
EL ARTE EN EL SIGLO XIX
El siglo XIX fue un siglo de grandes cambios conceptuales en
el arte, sobre todo en la pintura, que fue la más adelantada de todas las
artes, pues la escultura, la arquitectura y la música tardaron décadas en
llegar a innovaciones similares a lo que fue el impresionismo en pintura.
Los pintores impresionistas consiguieron sintetizar su arte
en torno a 1870, y los macchiaioli italianos diez o quince años antes. Toda
Europa participó en estas innovaciones, desde los Urales hasta Gibraltar.
Hubo unos pintores que no pudieron madurar sus propuestas
porque la enfermedad, fundamentalmente la tuberculosis, apareció en su salud. Y
no fueron pocos.
Yo pondré unos ejemplos que servirán para ilustrar este
fenómeno tan extendido en Europa por aquellas fechas.
Los primeros casos que mencionaré son los españoles Mariano
Fortuny (1838-1974) y Eduardo Rosales (1836-1876) dos paladines de la pintura
moderna, sobre los que se ha especulado mucho a cerca de qué hubiera sido de la
pintura española si no se hubieran muerto tan jóvenes, aunque esta especulación
no tiene mucho sentido, pues ambos fueron muy célebres e influyentes entre los
pintores de su propia generación y de las dos siguientes, y dada la
transcendencia internacional de Fortuny, también en Italia y Francia.
José María Escacena y Daza
(1838 – 1876), otro malogrado de la edad e influencia de Fortuny.
Fortuny. Escena
de playa.
Rosales.
Ofelia
Antes aún de nacer ellos debemos mencionar al inglés Richard Parkes Bonington (1802
– 1828). Víctima de la tuberculosis con 27 años, fue sin duda el que sentó las
bases de una pintura de paisaje que refleja fenómenos atmosféricos, y que tuvo
una larga secuela de influenciados.
Bonington.
Paisaje de playa
Thomas Girtin
(1775 – 1802), también inglés, eslabón fundamental, según algunas fuentes, para
la pintura de William Turner (1775-1851).
Girtin.
Paisaje fluvial
No todos llegaron a ser tan conocidos. El griego Pericles Pantazis (1849-1884)
trabajó en el taller de decoración del pintor belga Guillaume Vogels (1836-1896), a quien, pese a ser mayor que él, le
enseñó el manejo de la espátula en la pintura lo que ayudó al belga a ser uno
de los primeros impresionistas europeos, jugando un papel capital en la
evolución de la pintura moderna. En Bruselas, gracias a Vogels y a las
exposiciones de Los XX que fundó, se consiguió difundir las ideas modernas en
aquel momento crucial de la evolución de la pintura.
Pantazis. Retrato de Vogels
Bélgica vivió
una verdadera edad de plata de su pintura en el siglo XIX, por lo que no es
extraño que pintores como Hippolyte Boulenger (1837-1874) hayan pasado
desapercibidos para la historiografía del siglo XX. Boulenger, aunque influido por
la escuela de Barbizón (sin desdeñar lo importante de esta escuela para el
conjunto de la pintura moderna) llegó a soluciones verdaderamente novedosas en
torno a 1870, cuando empezaba a mostrar una verdadera madurez, con treinta y
pocos años.
Boulenger. Granja
Entre los
franceses Léon Bonvin (1834-1866), Eva Gonzalès (1849-1883) alumna de
Manet.
El también francés Henri Regnault (1843-1871), éste no
llegó a los 30 años, los dos primeros con 34.
Bonvin. Violetas
en una copa Gonzalès. Muchacha
sentada Regnault. Retrato de señora
En
Rumanía la muerte frustró el trabajo de László Páal
(1846-1879) e Ion Andreescu (1850-1882) muy en línea
con el impresionismo francés.
Paál.
Barraca
Andreescu. En el
parque
Marie Bashkirtseff (1858-1884)
con tan solo 25 años fue una pintora ucraniana capaz de transmitirnos su
mensaje aún hasta el siglo XXI.
Bashkirtseff. Niña con paraguas
El polaco Stanisław Wyspiański (1869-1907) ya en el siglo
XX con una obra verdaderamente original que, lo podría colocar a la altura de
Toulouse-Lautrec y otros artistas de su generación.
Stanisław
Wyspiański. Autorretrato con su mujer
Hubo muchos más, algunos
enteramente anónimos hoy en día. Tal vez con ellos la pintura moderna hubiera
evolucionado con matices, pero en el mismo sentido que lo hizo con su ausencia.
Hoy tenemos el deber de no olvidar, al menos, a aquellos de los que conocemos
su obra. Las enciclopedias del siglo XX de arte moderno, con alguna excepción, nos han
dado una visión con orejeras de lo que fue el arte de finales del siglo XIX, dejándonos
a los pintores sin una visión completa de lo que realmente fue el arte
en ese momento y que debemos restaurar.
Deberíamos rehacer la
historia del arte, mencionando más a estos artistas, o al menos algo de lo que
les corresponde como protagonistas, en su momento, de la evolución en los
inicios del arte moderno.
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