LUIGI LOIR, LOS INICIOS DE LA SOCIEDAD LÍQUIDA

 

  Por

  Jesús Manuel Moreno Montero





Luigi Loir (1845-1916) fue un pintor francés, actualmente ignorado por la historiografía del arte, pues durante el siglo XX no aparece ni siquiera mencionado en las más importantes enciclopedias del Arte que se publicaron, consiguiendo que, el gran público, ignorara la importante contribución de este artista en los inicios del arte moderno.

Aunque no formó parte de los impresionistas, su pintura es incluso más avanzada que la de la mayoría de los pintores que expusieron en el estudio del fotógrafo Nadal, y que, sirvió de referencia para saber quiénes eran impresionistas y quienes no. Más, cuando, a diferencia de los pintores impresionistas franceses, Loir triunfó en los salones oficiales, motivo que debió irritar a quienes se consideraban punta de lanza de las nuevas tendencias.



Con la perspectiva que nos da el tiempo, y lejos de los prejuicios decimonónicos y de nuestro caduco pasado siglo, acerca de los criterios artísticos para determinar cuándo una obra de arte tiene o no calidad, en el momento actual, al observar las pinturas de este artista, nos quedamos petrificados ante tal portento de innovación artística y sincero reflejo del París de entre ambos siglos. Reflejó sus calles con sus monumentos y las innovaciones técnicas de la luz eléctrica y los automóviles, mas, sobre todo, reflejó la realidad de los seres humanos en esa populosa ciudad de finales del siglo XIX. No era París cualquier ciudad; allí se aglutinaban las personas más innovadoras del mundo, sobre todo en las letras y en las artes. Con el simbolismo, las ideas filosóficas alemanas se reflejaban, sobre todo en el teatro. Los pintores jóvenes, nacidos en torno a 1870 (Toulouse-Lautrec o Modigliani, por ejemplo) entraban en conciencia de la vacuidad de muchos espíritus. Ya no se compartía, en las relaciones humanas, como aún ocurría en las zonas rurales. Etc.  Pero Loir había nacido tres décadas antes.



En las pinturas de Loir vemos reflejada la soledad del ser humano, sobre todo en sus primeras etapas, pero estas personas representadas por Luigi tienen una personalidad bien concreta, lejos de estándares y estereotipos. Parece haberlos observado uno a uno y, aunque su técnica era muy fresca, reflejaba con verismo y psicología, aquello que quería decir. Pero a partir de los últimos años del siglo XIX, en sus pinturas aparece, junto a los fenómenos atmosféricos o el humo de las locomotoras, personas solitarias sumergidas en el ambiente que, más que integrarlos, lo que hace es engullirlos, hacerlos desaparecer, en definitivas licuarlos.



Ya Paul Valéry (1871-945) escribió: “La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones habituales de nuestra vida. Se han convertido en necesidades reales Para muchas personas, cuyas mentes sólo se alimentan (…) de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados (..) Ya no toleramos nada que dure.” Este texto citado por Zygmunt Bauman en el prólogo de su famoso libro Modernidad líquida (1), ya nos predispone a comprender que eso de la “sociedad líquida” que este sociólogo describe, no es una cuestión del siglo XXI (Bauman publica su libro en 2000), sino que, ya en el siglo XIX se percibe esta tendencia, al menos por los intelectuales más relevantes, como lo fue Valéry.

Pero volvamos a la pintura de Luigi Loir. Cuando Luigi observa, consciente o inconscientemente esta realidad de liquidez del ser humano, lo pinta tal cual si se estuviera evaporando o el medio circundante lo disolviera como hace el aguarrás con la pintura al óleo: Personas en una calle, o cerca de un tiovivo, o en cualquier otro lugar, ya no son personas caracterizadas por su personalidad, como ocurría antaño, ahora, el ser humano, al menos en esa ciudad que era París, tiende a la disolución, una disolución que, con el devenir de los años y, tras un siglo de diferencia, requiere que la persona lo acepte y decida definir sus propios rasgos según le convenga o venga al almacén de sus sentimientos.




La pintura de Loir tiene mucho que ver con los pintores italianos llamados macchiaioli, lógicamente por su aprendizaje juvenil en Italia. De ellos tomó la frescura de la pincelada y la síntesis particularizada de las formas. No se puede negar que Loir sea un pintor francés, pues la evolución, hasta él, de la pintura más innovadora es la misma que arranca de la escuela de Barbizon, especialmente con Díaz de la Peña y Corot, quienes pudieron ver, ya ancianos, las tendencias que empezaron en la década de 1870.

Es de gravedad que, sobre todo a los pintores se nos cerrara esta visión de la pintura. Los historiadores tienen una gran responsabilidad al respecto. Es cierto que los pintores españoles hemos tenido la visión de Pinazo Camarlench (1849-1916) coetáneo de Loir, quien innovó en sentido muy paralelo al francés, pero el ocultamiento de tan gran artista durante más de un siglo es algo que requiere una revisión.

 

 

 

 (1)    México 2003, Fondo de Cultura Económica. Pág 3 en versión digital.








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