SALOMÉ CON  LA CABEZA DEL BAUTISTA en el Palacio Real de Madrid

Por Jesús Manuel Moreno Montero

Catedrático de Dibujo de Bachillerato y Doctor en Bellas Artes por la Universidad de Granada

A la memoria de José Milicua (1921-2013)

 

Existe en el Palacio Real de Madrid un cuadro que representa a una mujer de mediana edad sujetando una cabeza de un hombre recién decapitado. A la derecha se supone que la figura musculosa que nos enseña su hombre sea el verdugo y, detrás de la mujer se asoma la extraña cabeza de una anciana.      (fig 1)


                                                                             1

A esta composición se le han dado dos nombres diferentes: Erodías con la cabeza de Juan el Bautista en el inventario de 1666 (1) y la actual que le concedió en 1951 Longhi (2). Hay un inventario del Alcázar de Madrid, tres años anterior con casi idéntica descripción al ya mencionado, pero cuyas medidas no coinciden, cosa bastante frecuente con errores de otra índole y de descripciones inexactas y faltas de ortografía. Los diferentes inventarios posteriores también los repasa Millicua en el artículo mencionado.

Describir a la mujer representada como Herodías no es extraño dada su edad aparente. Si la comparamos con el cuadro del mismo tema de la Galería Nacional de Londres, de la que no hay discrepancia crítica sobre la autoría por Michelangelo Merisi, entendemos enseguida que la joven que sujeta la bandeja con la cabeza de san Juan sea Salomé, la hija de Herodías que, a instancias de su madre, pide la cabeza del Bautista por el odio que le tenía, al decirle al rey Herodes que no le era lícito vivir con Herodías, la mujer de su hermano.

Sobre la autoría del cuadro de Madrid no se plantean dudas en posteriores inventarios del Alcázar donde se guardó, hasta su paso a la Casita del Príncipe y el Casón del Buen Retiro en Madrid y, donde estuvo hasta los años 50 del siglo XX cuando pasó a su actual residencia. Ya en el Casón aparece como obra del taller o al estilo de Caravaggio (3).

Cabe señalar que el cuadro que trajo a España el 2º conde de Avellaneda y Haro no coincide en el título Degollación del Bautista, mientras que el cuadro del Palacio Real es Herodías (por Salomé) con la cabeza del Bautista. No entiendo cómo Milicua lo consideró el mismo cuadro.

Sabía mi profesor que, por los motivos principales por los que yo reconozco una obra y la atribuyo a un autor es por mis conocimientos como pintor y gracias a ese “ojo crítico” que me enseñó a utilizar. Durante el año académico 1985-1986 realicé un curso de doctorado dirigido por Milicua titulado Descripción, atribución y catalogación de la obra de Arte cuando ejercía como catedrático de Historia del Arte en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, uno de cuyos trabajos que le presenté lo publiqué al finalizar el curso (4).

Evidentemente la composición de esta pintura es un tanto extraña en cuanto a la espacialidad y al hecho que se quiere representar: el verdugo está haciendo un extraño giro para dejar la cabeza en la bandeja, su mano, a la vez que aún tiene los cabellos del decapitado sujeta la espada por el mango (fig. 2); la anciana parece no tener cuerpo y, la Herodías-Salomé nos mira como si lo de la cabeza no fuera con ella. Esto, unido a la edad de la protagonista, superior a la treintena (fig. 2 b), tal vez fuera lo que a Howard Hibbard, le hizo suponer que se trataba de un pastiche (5). Si fue un intento de apropiación del estilo de Caravaggio o un pastiche, se ejecutaría en tiempos de Merisi y muy en contacto con él, cuando aún el concepto de pastiche no existía. A veces, las obras de taller, o de amigos y rivales, eran retocadas por el titular del taller o incluso se intercambiaban pinceladas en cuadros ideados por el contrario, en una especie de ironía hacia los comitentes. Tal vez, por ello, los autores del siglo sólo XVII firmaban una pintura sólo cuando era enteramente autógrafa (sirva este término de la escritura) de principio a fin. Que yo sepa Caravaggio no firmó nunca una pintura, y si lo hubiera hecho lo habría hecho con su apellido Merisi, cosa que no ocurre en el San Juan Bautista de la Catedral de Toledo firmado Caravaggio. Fíjense qué parecida puede ser la grafía con Caracciolo, además el lugar de la firma está bastante mal conservado, como se pudo comprobar durante la restauración de 1988. La restauración actual llevada a cabo por el equipo de restauración de la catedral primada parece haber descubierto aspectos muy interesantes de cara a su atribución. A mí este magnífico Bautista me pareció muy duro en el fondo de la parra. Al respecto de los arrepentimientos, que tradicionalmente la historiografía los utiliza para autentificar una obra, he de decir que éstos, los puede hacer igualmente un imitador, más si quiere ser original dentro del estilo de otro pintor, es más, en este caso la solución final hace parecer que el brazo derecho del modelo fuera sujetado por cuerdas para la pose, pues la frágil caña no lo podría sujetar.


2a



Gracias a la magnífica resolución que el Patrimonio Nacional nos regala por Internet, podemos apreciar en los pormenores de la Salomé de Madrid la excelencia de su ejecución.  


                                                                     2b

Véase el caso de Caracciolo (1678-1737), quien componía de una manera muy parecida a la Salomé de Madrid y le encantaba dibujar brazos masculinos desnudos, como hizo en el cuadro homónimo al nuestro (fig. 3), en La liberación de San Pedro, en El martirio de San Sebastián del Museo de Bellas Artes de Fogg -Fogg Art Museum (4)- y también en el ángel de La agonía de Cristo (Museo de Historia del Arte – kunsthistorisches Museum-de Viena.

        3. Caracciolo

4


5

                    6. Serodine


Es evidente que la cabeza de la anciana de la Salomé de Caracciolo deriva de la cabeza de la Salomé de Caravaggio que aparece, entre otras pinturas en la Salomé de Londres de Caravaggio (fig. 5).

Yo sólo he visto directamente de Caracciolo Los santos médicos Cosme y Damián del Prado y me produjo la misma extrañeza que la Salomé de Madrid: exageración de las sombras y los contrastes.

A la par, ambas pinturas están muy empastadas, como ocurre también con el Narciso de la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma, que pude ver en Padua en 1998. (6)

No podremos saber, en esta vida, con certeza absoluta, si la Salomé de Madrid la ideó y la pintó Merisi (1671-1610). Si se le atribuye con tanta vehemencia es por el mayor prestigio actual del maestro lombardo. En vida de Caracciolo, quien tuvo mayor longevidad que Michelangelo, pudo disfrutar de un prestigio que aprovechó para hacer evolucionar su pintura desde su primera etapa caravaggesca, donde coincidió con Caravaggio en Nápoles, hasta su pintura de madurez, cuando suavizó los contrastes. Sea quien sea su autor, quede claro que la obra no pierde nada de su valor: sus defectos son los mismos y sus virtudes y aciertos también.

Me imagino a ambos jóvenes (Caravaggio siete años mayor) trabajando tan cerca el uno del otro que, no me extraña que hubiera influencias mutuas, pues Caravaggio no surgió por generación espontánea. Caravaggio, como todos los artistas tuvo múltiples influencias, desde el Caballero de Arpino hasta los Bassano, cuyo cuadro del Museo de Bellas Artes de Granada, ya es tenebrista, o el Niño que enciende una tea del Greco en el Museo de Capodimonte, enteramente tenebrista. Igualmente, cada tiempo tiene sus propias inquietudes y el artista es el catalizador de las mismas. En Europa, los movimientos artísticos se suceden con simultaneidad en todos sus territorios, aunque algunos son precursores o iniciadores, como ocurrió con el Renacimiento. Caravaggio fue, más que el iniciador del tenebrismo, el “capoescuola”, no sólo por ser quien lo definiera sino quien lo llevó a cabo con mayor excelencia pictórica. El tenebrismo es un estilo impactante, que convivió con un barroco internacional muy colorista, a lo Guido Reni (1545-1642) que, teniendo inquietudes naturalistas no renunciaba a un colorido heredero de la escuela veneciana del XVI.

Pero volvamos a nuestra Salomé de Madrid. Si no la hubiese realizado Caravaggio, al menos desde su concepción, ya que, la composición es poco creíble y el espacio donde se mueven las figuras, casi inexistente, no desmerecería de sus cualidades pictóricas y del valor al que la eleva su actual exposición en el Palacio Real. (6)

De Caravaggio siempre me impactó la inmanencia de sus obras, esa intuición que hace reconocer al especialista las verdaderas obras de Arte, con mayúscula. La primera obra que vi personalmente de Caravaggio fue su Narciso, en la exposición” Caravaggio e i Caravaggeschi” en 1981, en Padua. La pintura me impactó aunque pude observar sus incorrecciones en el dibujo. Es una obra de cuya autoría no hay unanimidad. La Muerte de la Virgen en el Louvre fue la primera que me hizo ver la sutileza de las sombras en las pinturas de Caravaggio: los brillos de la jofaina metálica enteramente en la sombra. Este aspecto también me llamó la atención en las pinturas de San Luis de los franceses y La Virgen de Loreto o de los Peregrinos en San Agustín, esta última me impactó sobremanera. La sutileza en las sombras de Caravaggio fue para mí algo admirable, cosa que no podían distinguir la mayoría de los pintores de principios del XVII, pues al verlas a la luz de candelas en las iglesias no podían apreciar estas sutilezas. Algo parecido ocurría con las ilustraciones durante casi todo el siglo XX, donde los oscuros de Caravaggio seguían siendo negros profundos. Ahora las obras de Caravaggio, por lo general restauradas y bien iluminadas pueden apreciarse de una forma bien diferente a como se veían en el siglo XVII. En sus artículos, Milicua decía que había visto cuadros sólo por reproducciones, y así la mayoría de los historiadores del siglo XX.

Serodine (1600-1630) supo ver estas sutilezas del maestro lombardo, aunque su corto recorrido vital no le permitió desarrollar sus magníficas cualidades, entre las que se encuentra su capacidad de transmitir emociones. Qué distinto a nuestra Salomé la Santa Margarita resucita a un niño del Museo del Prado (fig. 6)

Caravaggio siempre fue muy sutil en las sombras. En su etapa juvenil aún no era tenebrista, lo que hace pensar en una posterior elección de estilo que le debieron inspirar los artistas italianos que trabajaban ya, con anterioridad, fuertes efectos de luz y sombra, desde toda la escuela manierista romana hasta los venecianos, como los ya citados Bassano. Él mantuvo las sombras luminosas en casi todas sus pinturas, incluso en su etapa final; cuando pintó la Degollación del Bautista en Malta, una escena enteramente en la sombra, es como si se nos abrieran las pupilas en la oscuridad; aquí reaparece la anciana de las diferentes Salomés. En la Salomé de Madrid el rostro de la anciana está tratado con tal violencia tonal que parece metálico, lo que me hace pensar en alguien que hace un ejercicio caravaggesco que en el mismo Caravaggio.

 

 

1.- Referencia que hace José Milicua en su artículo “Salomé con la cabeza del Bautista” en el catálogo de la exposición Caravaggio y la pintura realista europea. MNAC, Barcelona, 2005, pp. Y que se reproduce en AA VV Ojo crítico y memoria visual. Escritos de arte, Madrid, 2016, página 144, con motivo del homenaje que se le rindió al insigne profesor.

2.- Longhi, Roberto. Catálogo de la exposición Mostra di Caravaggio e dei caravaggeschi, Milán, 1951, pp. 35 y 36.

3.- Milicua (AA VV, op cit), p. 148.  Milicua, José. Catálogo de la exposición “Caravaggio” en el Museo del Prado, Madrid, 1999 y Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2000, pág. 138. Por otra parte, en el mismo catálogo Maurizio Marini hace un repaso de las posibles manos por las que pasó esta Salomé (pp. 38-39), y por qué se trata del mismo cuadro, a través de conjeturas: “es probable”, “es probable” pero no consigue probarlo.

4.- Me animó a publicarlo el hecho de que Milicua me comentó después de leerlo que se trataba de un trabajo de altura. Un dibujo de José Camarón Boronat entre los dibujos anónimos del Museo de Bellas Artes de Valencia. Ed. de Autor. Barcelona, 1986.

5.- Hibbard, Howard. Caravaggio.Harper &Row, Nueva York, 1983, p. 251. El concepto de pastiche es posterior a la realización de esta pintura, podríamos decir que sería un pastiche avant la lettre. Para la definición de pastiche véase la tesis doctoral del autor de este artículo "Lexicón de Dibujo y sus variantes", Universidad de Granada, 2003.

6.- "Caravaggio e i suoi". Padua, 1999.

7.- “El Caravaggio de Palacio”. Palacio Real de Madrid, del 5 de mayo de 2021 al 5 de mayo de 2023.

 




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