EL RESTAURADOR DEL PRADO

Por Jesús Manuel Moreno Montero


“El restaurador del Prado” parece el título de una novela de esas de tipo cabalístico. Pero no. Esto es una reflexión sobre lo que en estos últimos años está pasando en el Museo del Prado y otros lugares públicos.

La polémica sobre restauraciones “excesivas” de pinturas del Prado surgió a raíz de la restauración por Rafael Alonso del Caballero con la mano en el pecho del Greco. Un cuadro tradicionalmente de fondo oscuro que al restaurarse se dejó gris. La eliminación de la firma resulta en comparación, anecdótica, si es que es anecdótica la historia de esta pintura. (1) (Fig. 1)

  

                                                 1a. Antes                                      1b Después

Aquí surge una sencilla cuestión: ¿cómo podemos saber cuál fue la última capa que dejó pintada el autor? Si no tenemos certeza documental, deberíamos respetar las capas de óleo y eliminar sólo barnices y suciedad. En el caso del Caballero con la mano en el pecho, además, por ser un icono nacional, supuso un verdadero sobresalto verlo con el fondo gris. Yo pude verle la firma antes de su eliminación. Además, si Carmen Garrido directora del Gabinete técnico del Prado afirmó que la firma está realizada sobre el fondo oscuro, será, si la firma es auténtica, cosa que no se ha discutido nunca, porque El Greco lo dio por acabado cuando oscureció el fondo.  Este fue un caso que saltó a la opinión pública por su publicación en la prensa nacional.

No así con La Gioconda que magníficamente fue restaurada por Almudena Sánchez, quien quitó sólo el fondo negro añadido, además de las suciedades y barnices que se habían ido adhiriendo a la pintura. (2) (Fig. 2)

   

                          2a . Antes                                                                 2b. Después

El caso que me incita a hacer este escrito es el retrato del Cardenal Infante Don Fernando de Austria de Velázquez, en el que se puede apreciar que alguien le ha quitado el encaje del cuello. ¿Cómo se puede hacer una cosa así? Parece inexplicable, pues al retirar la suciedad superficial de una pintura, esto se realiza con el máximo cuidado y por zonas muy pequeñas, de manera que, si se va algo de pintura, que en este caso era blanca, se advierte enseguida y no se prosigue; en cambio este restaurador quitó todas las pinceladas de la amplia zona que dibujaba el encaje del cuello que lucía este infante español. (3)

El infante, además de ser amante de los encajes, como podemos apreciar en otros retratos suyos realizados, por ejemplo, por Van Dyck, aquí va vestido a la moda palaciega del momento, como se puede ver en el retrato de Felipe IV cazador, del mismo Velázquez, también en El Prado.

Tal vez el fondo de la pintura del Greco sea reversible, pero en la mayoría de los casos no es así.

Existe un caso de restauración mucho más grave, pues se ha arruinado la pintura tal y como era en su estado original. Si la pintura de Velázquez está realizada con una técnica directa que hace más reconocible cuál pudo ser la capa final, en el caso de Tiziano, que utilizaba la técnica de la veladura, es más complicado saber cuál es la capa final, ya que la última veladura está dada con barniz, al igual que las sucesivas capas de barniz añadidas a lo largo de los siglos. Los restauradores deben de saber quitar las capas de barnices oxidados y dejar las capas de veladuras que dio el autor.

Así ocurre que el retrato de la Emperatriz Isabel de Portugal de Tiziano que ha perdido toda su profundidad. Si lo comparamos tal y como se puede ver hoy a como se podía ver en 1966 en una buenísima reproducción en la guía catálogo del museo. (Fig. 3) (4)

  

                                   3a. Antes                                                             3b. Después

Si observamos la foto de 1966 y la que proporciona El Prado en su página web de su Colección permanente, podemos darnos cuenta de varias eliminaciones significativas:

-         Los oscuros del encaje del cuello que elimina las sutilezas de volumen originales.

-         Los brillos de las perlas del collar originalmente eran algo más oscuros que las luces de esas mismas perlas, algo que sabe cualquier estudiante de dibujo, y ahora están igualados. Sería vergonzoso para Tiziano que cualquier profesor de dibujo le sacara este defecto.

-       Las intensas sombras alrededor del pendiente.

-         Las sombras en los párpados, más en los inferiores que en los superiores.

-          El tono rosado en el celaje.

-          Etc.

Está claro que estas eliminaciones no correspondían a suciedades, pues las sombras de los párpados, de ser suciedades, hubieran estado también en las luces de esos párpados. Igualmente en el celaje, pues de haber sido producido por oxidación de un barniz posterior, también aparecerían rosados los blancos de las nubes inferiores, etc.

Es un caso lamentable, no de incapacidad del restaurador, sino de su decisión de qué fue lo último que dejó pintado el autor de la pintura.  Caso no excepcional, por desgracia. Cuando en 1990 el Museo del Louvre decidió restaurar Las bodas de Caná del Veronés, obra magna, no sólo por su calidad sino por sus dimensiones, el encargado de tal restauración decidió que el personaje del maestro de ceremonias de la boda, que había sido pintado con un vestido carmín, debía de quitársele la veladura carmín para dejarlo en el verde de debajo de esa veladura. La decisión fue inexplicable, pues con el método de veladuras, para matizar un carmín, primero se trabajaba al claroscuro en grises, o, como en este caso, en verdes, su opuesto en la escala cromática, de hecho, el vestido verde, después de la restauración, queda desentonado del conjunto de la obra. Para más inri, este caso se documentó fotográficamente de forma exhaustiva en una publicación que, a mi parecer, ilustra lo que no se debe hacer en una restauración, de principio a fin. (5) (Fig. 4)

                                                                      4a Antes


4b. Después

Existe un caso más reciente de decisiones de restauradores verdaderamente lamentables. Se trata del San Juan en el desierto de Caravaggio en la Catedral de Toledo. ¿Con qué criterio se decide dejar al descubierto la flor en la cabeza del Bautista? En los procesos creativos, los pintores, muchas veces, eliminamos o transformamos elementos de nuestras pinturas; son los arrepentimientos que, muchas veces, hacemos para mejorar la obra. Pasado el tiempo no es lícito que un restaurador decida volver a estados anteriores de una pintura. (6) Sabía Michelangelo que un San Juan en el desierto con una flor enzarzada en el cabello a la manera de como lo hacen las sevillanas para la feria de Abril, no sería aceptado para el culto. Claro que, en el proceso creativo él se planteó, para sacarle toda la belleza a su cuerpo juvenil, verlo como un hermoso efebo con flor y todo, pero consciente de que habría de tapar la flor al igual que su desnudez es tapada por el manto rojo y la piel de camello que menciona el evangelio.

El cabildo con el restaurador encargado de semejante desmán han convertido al Bautista en el desierto en un efebo a la sombra de una parra. (Fig. 5)


5

Bueno, bueno. Cada vez que me asomo a la colección permanente del Museo del Prado me llevo algún que otro sobresalto. El último ha sido con Isaac bendiciendo a Jacob, de Ribera pero de ello hablaré si puedo ver personalmente la pintura tras la última restauración.

En la restauración de las pinturas de Ribera de la Catedral de Granada, se puso sumo esmero por parte de un nutrido grupo de restauradores dirigidos por Antonio Sánchez-Barriga (7). Yo no los he podido ver tras la restauración hasta el 22 de septiembre de 2022. La restauración suscitó mucho interés, sobre todo por las firmas encontradas de Jusepe Ribera y Juan Do en el mismo cuadro del Martirio de San Lorenzo (Yo nunca dudé de la autoría del San Antonio de Padua con el Niño Jesús, del que se sabe ahora que no está firmado). No sé si consiguieron eliminar los pliegues de la tela, pero ahora mismo se aprecian grandes deformaciones en ella. (Fig. 6)

                                                            6

De esta pintura de Ribera se conocen varias versiones y, gracias a las magníficas reproducciones que se pueden consultar a través de Internet podemos hacer comparaciones ajustadas cuando no podemos visitar las obras originales, que es lo ideal (8). No obstante esto, está claro que ciertos matices en las carnaciones o en las sombras no se podrían reproducir fotográficamente si no estuvieran en la pintura. Esto exactamente es lo que ocurre con otras réplicas de este San Lorenzo de Ribera, del que podemos apreciar comparando el de la Catedral de Granada con otros ejemplares, que el dibujo es el mismo, pero que las carnaciones del de Granada están excesivamente monocromas y las luces rojas del fuego de la parrilla y sus reflejos en las caras de los personajes han desaparecido. Podría deberse esto a una restauración anterior a la actual. Al visitarla en la Catedral pude comprobar unas arrugas exageradas en la superficie de la tela, perfectamente barnizada pero inexplicables, pues, según pudimos ver en prensa local, las pinturas se restauraron a ras del suelo sin, al parecer estuvieran esas arrugas que, han debido producirse, tal vez, una vez situadas en su retablo. A veces se producen estas arrugas (aquí exageradas), al meter con calzador la pintura en el marco del retablo si, duran te la restauración se hubiese agrandado el bastidor con la tela al, por ejemplo aplicarle las cuñas. Sea por lo que fuere, creo que es menester retirar la pintura de su retablo y volverla a colocar, cambiando su bastidor, si para ello fuere necesario.

En fin. Estos son sólo unos ejemplos. Podríamos seguir con otros muchos de otros museos. Creo que para esta entrega es suficiente.

 

  

NOTAS

 

1.        Ya informó Carmen Garrido que el fondo oscuro de este cuadro estaba debajo de la firma. Para ampliar información véase el vídeo “Fondo para un caballero”: https://www.canalpatrimonio.com/video-fondo-para-caballero/

   Ya hizo referencia Milicua a propósito de la eliminación de veladuras en  La Mulata de Velázquez en la ficha de esta pintura en la exposición “El bodegón español, de Velázquez a Picasso” en Bilbao, 1999 y reproducido en José Milicua, Ojo crítico y memoria visual. CEEH, Madrid, 2016, pág 261.

2.        Al respecto de esta Gioconda del Prado y la de Leonardo del Louvre, surge la duda sobre la “calidad de la obra de arte”, tal y como lo planteé en la tertulia homónima publicada en Internet: http://culturarte.wordpress.com . La calidad de una obra de arte no depende de su técnica, pues si fuera así tendríamos que decir que La Gioconda del Prado es muy superior a la de Leonardo del Louvre, cosa que nadie se atreve a afirmar.

3.        Si bien en la litografía de Julio Antonio López, de la tercera década del siglo XIX, en el mismo Prado, no aparece encaje alguno, lo que nos vuelve a cuestionar el poder de los restauradores en los museos.

4.        Ejemplar en inglés: Bernardino de Pantorba. A guide-book to the Prado Museum. Madrid. 1966. Pág 1 (sin numerar).

5.        Véase la entrada “Repristinación” de mi tesis doctoral: “Lexicón de Dibujo y sus variantes”. Universidad de Granada, 2003.

6.        Una nota de vocabulario: Cuando se habla de una primera o segunda capa de una pintura que, al menos, tiene tres capas, las capas previas a la definitiva han de referirse como “estados” no “versiones”. Una versión es una obra del mismo tema y parecida forma a otra, realizada por el mismo autor, lo que lo diferencia también de “réplica”. Véanse estas entradas en mi tesis doctoral. Op. cit. También puede escucharse la tertulia “Réplicas, versiones, pastiches y falsificaciones” en https://culturarte.wordpress.com/2010/11/13/replicas-versiones-pastiches-y-falsificaciones-tertulia-culturarte-n%C2%BA-21/

7.       Información publicada por El País digital del 20 de junio de 2009, que también apareció en el diario impreso y en otros rotativos.          “la colocación en los reversos de tableros con cola natural que forman bolsas (…) a ello hay que añadir pliegues (…) sobre los que ha habido que trabajar”. 

9.       Durante todo el siglo XX se hacían atribuciones, bien consideradas, a través de fotografías en blanco y negro, con obras restauradas deficientemente.


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