SAN JUAN EN PATMOS, UNA PINTURA EN BUSCA DE AUTOR

Por Jesús Manuel Moreno Montero



 

San Juan Evangelista en la isla de Patmos, es un óleo sobre lienzo de 142 x 109 cm. Expuesto reiteradas veces después de ser donado al MNAC (1). Yo lo pude ver con motivo de la monográfica dedicada a Alonso Cano en Granada en 2001 (2) donde me llamó poderosamente la atención, aunque dudé que fuera obra de Cano.

Todas las atribuciones se hacen eco de ser la obra juvenil de un gran pintor, por lo que la primera atribución fue de Angulo para Zurbarán (1944), luego Milicua (1953) la atribuyó a Velázquez y, por fin Pérez Sánchez en 1998 la atribuye a Cano. Todos con el denominador común de periodo juvenil. De una a otra atribución andan otros autores. Todos destacan la gran calidad de la obra. Claro que, en esto de los periodos juveniles de los pintores del siglo XVII y de otros siglos, andamos en pañales, solamente se ha discernido sobre la obra del joven Ribera (3).

Una obra así, de tal impacto visual tiene que ser de alguien importante, pero si no es de uno de los tres mencionados, que son los más grandes pintores españoles de nuestro Siglo de Oro ¿quedará algún grande por descubrir?

La obra es de un español; Angulo se aventuró a creer que era sevillano, muy a la vanguardia del momento del primer tercio del siglo.

De Ribera, ya conocida su producción juvenil, queda descartada toda atribución.

Gracias a Antonio Palomino (4) sabemos del elenco de pintores españoles que trabajaron en el siglo XVII, lo que ha sido de gran ayuda a la historiografía, hasta hoy. Así entre los que él consideró “grande artífice” de la pintura está Antonio Arias Fernández (1614-1684) que traigo a colación por las buenas ilustraciones que en su día vi, cuando aún no teníamos la página online de la colección del Museo del Prado, en un volumen que recoge a todo color todas las obras propiedad del museo (5). Entre los autores desconocidos, para mí del siglo XVII, me llamó poderosamente la atención un cuadro titulado La moneda del César de Arias. (Fig. 1)

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Que Arias sea un desconocido para el gran público se debe, en parte, a que los siete cuadros suyos propiedad del museo del Prado no estén expuestos (sin entrar en ningún juicio de valor).

Entre esos cuadros encontramos similitudes más que evidentes con la pintura de San Juan en Patmos. Pero veamos primero si Arias reúne las condiciones biográficas suficientes para poderle asignar tal pintura.

Ateniéndonos a lo que nos cuenta Palomino, fue un precoz pintor que, con sólo catorce años ya recibió el encargo de un retablo en Madrid, que ejecutó con tal éxito que, en adelante, no le faltaría trabajo. Con 25 años ya pintaba para la Corte, órdenes religiosas y parroquias. Palomino cuenta que lo conoció, ya anciano, muriendo luego en el Hospital General de Madrid en total miseria. “Ya me espantaba yo que pintor, y poeta no declinase a el (sic) abismo de la desventura” (6).

Lo que más se parece al cuadro, hasta ahora anónimo, es el manto verdigrís de El Salvador (Fig. 2), muy similar, en el color y la forma de ejecución de la prenda superior que lleva puesta San Juan. La forma de trabajar las telas del autor del San Juan es también muy similar a la forma como las redondeaba Antonio Arias en todas sus telas conocidas. (Véanse Figuras 3 y 4)

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Pero lo que, a mi parecer, resulta definitivo, es la forma de encajar las figuras en un paisaje y cómo pintaba los árboles en pinturas como San Francisco rezando y el hermano León (Fig. 6) o en La Virgen amamantando al Niño. (Fig. 3) Podemos ver también San Francisco con la calavera y el hermano León (Fig. 7) o San Juan en el desierto (Fig. 8) en la disposición de las figuras en el paisaje.

                                      
                                                                                             6. Detalle

 
                                                   7                                                                         8


Dicho esto, téngase en cuenta que San Juan en la isla de Patmos es una obra que se adivina juvenil, por varias razones, sobre todo, por el hecho de haber representado al evangelista y apóstol como un imberbe adolescente. San Juan suele ser representado sin barba, tal vez haciendo referencia a su virginidad, pero con otra edad; cuando escribió el libro del Apocalipsis, desterrado en Patmos, ya debía tener más de 70 años. La forma minuciosa de trabajar todas las partes de la superficie pictórica por igual, suele denotar a una persona con poca experiencia en la pintura. Y el hecho de tratarse de una pintura de vanguardia en la década que suponemos se realizó (1620). Si se trata de una de sus primeras pinturas, Arias tendría 14 años y el año de realización 1628, bien informado de las novedades caravaggiescas.

Este mozo pintaba muy bien y desarrollaría un estilo de pleno barroco. Como ha apuntado ya, al respecto de esta pintura Milicua (7), tenía influencias de Maíno, aunque las otras influencias por él anotadas me son más difíciles de reconocer.

Todo esto en razonamientos exclusivamente estilísticos y de ojo crítico, ahora hace falta la labor del historiador que lo demuestre, si mis razonamientos convencen a alguno de ellos, para rastrear archivos y poder certificar lo aquí dicho.

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Por otro lado, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, hay un ecce hommo recientemente restaurado que ha sido atribuido a Arias (8). Es una pieza que, literalmente quita el hipo, de lo mejor de la pintura española del momento, y no se puede decir que sea ni de Velázquez, Cano o Zurbarán. Tampoco de Jusepe Leonardo que, en algún momento de su corta carrera, llegó a puntos muy altos de excelencia. (Figuras 8, 9 y 10). Y aunque no resulte muy significativo, el dedo pulgar de la mano izquierda de este Ecce Homo está trabajado de la misma manera que el derecho del San Juan. (Fig. 11)

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 El tipo físico de Cristo, aunque es el tradicional en la iconografía occidental desde el Renacimiento, responde al de Jesús  de la pintura de Arias “Dios Padre entregando el mundo a su Hijo” (fig. 12).


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Nos faltaba por re-conocer otro "grande artífice" y creo que ya es hora de empezar a reconocerlo como el gran artista que fue. Además ponemos ante nuestros ojos a otro de los grandes que, nos resulta realmente original en el contexto de la pintura de su tiempo.


NOTAS

1.- Caravaggio y la pintura realista europea. Cat. Nuseu Nacional d’Art de Catalunya. Barcelona, 2005-2006. En la ficha de la obra firmada por María Margarita Cuyàs, pp. 340-343, hace un repaso de las diferentes atribuciones a esta obra. Se recogen las 9 exposiciones donde fue vista.

2.- Alonso Cano. Espiritualidad y modernidad artística. Cat. Hospital Real. Granada, 2001-2002. Ficha de María Margarita Cuyàs, pp. 117-118.

3.-. El joven Ribera. Cat. Museo del Prado. Madrid, 2016-2017.

4.- Antonio Palomino. El museo pictórico y escala óptica. Reeditado en 1947 y 1988. De esta última edición: pp. 384-385.

5.- VV AA. Todo el Prado. Madrid 2006 (reedición).

6.- Antonio Palomino. Op. cit., pág 385.

7. Como apunta María Margarita Cuyàs en la ficha de esta pintura en Caravaggio y la pintura realista europea. Op. cit., pág. 340, refiriéndose al artículo de José Millicua “El Crucifijo de San Pablo de Zurbarán”, 1953, que yo he consultado en Ojo crítico y memoria visual. CEEH. Madrid, 2016, pág. 263 a 274, sin encontrarla.

8.- Según la ficha online de la colección de la Academia la restauración se ha realizado en 2022 por Silvia Viana. Tengo que mencionar la excelencia de esta restauración, por lo que se puede ver en las magníficas imágenes por Internet que publica la mencionada Academia.

La ficha menciona que ha sido atribuido a Arias por “Requena y otros historiadores”.

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